De la infancia a la adolescencia
La gran mayoría empezamos a estudiar guitarra teniendo en mente aprender a tocar las canciones que llevamos escuchando toda nuestra vida. En mi caso, crecí rodeado de discos y cintas de Eric Clapton, Dire Straits y Creedence Clearwater Revival así que escogía uno de ellos y empezaba con mi sesión personal de “air guitar”. A los años, y después de volver de un campamento donde el monitor tocaba y cantaba canciones de Bruce Springsteen, decidí empezar a estudiar guitarra. Nunca pensé que se podía empezar con guitarra eléctrica así que me inicié con la guitarra clásica, aprendiendo durante seis años repertorio y lectura. Cuando comencé el instituto, mis profesores de música y de historia tenían una actividad de música como extraescolar así que me apunté y allí aprendí mis primeros acordes y di mis primeros pasos para tocar en grupo. Después del primer concierto en el salón de actos, me di cuenta de que necesitaba un instrumento que sonara más fuerte así que hablé con un amigo y juntos nos fuimos directos a la tienda para comprarme mi primera guitarra eléctrica: una Yamaha Pacífica.
La importancia de elegir el instrumento adecuado
El paso de tocar guitarra clásica a eléctrica cambió por completo mi manera de enfocar la música. Ahora, con un nuevo instrumento entre mis manos, empecé a motivarme todavía más por aprender los riffs y los solos que tanto me gustaban. ¿Por qué? Ahora las cosas sonaban tal cual yo las había estado escuchando. No es que no se pueda tocar rock con la guitarra clásica pero es cierto que el instrumento me ayudó a tener una inmersión total en el estilo.
Mis comienzos en el heavy
Al poco tiempo me uní a un grupo de metal formado en el instituto, Vahladian. Yo no era un amante del heavy, de hecho no conocía ningún grupo, pero el estilo me hizo ponerme a estudiar aspectos a los que no les había dado ninguna importancia: la técnica y la velocidad. Este género me parecía ir tan deprisa que tuve que estudiar muchas horas con metrónomo para sentirme mínimamente cómodo, tanto a la hora de acompañar, como en los solos. Con Vahladian no solo aprendí a valorar un género musical sino también a compartir ilusiones y ganas de trabajar en grupo. Nos separamos en 2006 después de haber grabado dos discos y a día de hoy, aunque la vida nos ha llevado por caminos distintos, seguimos en contacto recordando toda aquella época.
Aprendiendo nuevos estilos
Allá por el 2001 empecé a tocar en orquestas de baile con repertorios muy variados: pasodobles, cumbias, merengues, etc. No hace falta decir que ni sabía que eso se pudiera tocar con la guitarra. Obviamente, todo el heavy que sabía no me ayudaba mucho así que vuelta a empezar: aprender a acompañar, a formar acordes, etc. En definitiva, aprender a tocar dentro del estilo. El mundo de las orquestas puede resultar muy positivo porque te expone a un montón de estilos que de manera natural no te pondrías a estudiar por lo que te abre la mente y sobre todo, el abanico de posibilidades rítmicas y armónicas de tu instrumento.
Una de las cosas positivas que aprendí desde entonces es que muchas veces no somos conscientes de que el estilo que nos gusta tocar suele condicionar las cosas que acabaremos estudiando o aprendiendo. Por eso, intento aprender mínimamente de todos ellos. Con la guitarra clásica aprendí a leer y a interpretar repertorio en el que debía tocar melodía y armonía de forma simultánea por lo que tomé conciencia de un concepto fundamental en la interpretación: la digitación. El hecho de que la guitarra permita tocar lo mismo en varias zonas del mástil me obliga a realizar un estudio previo para ver dónde es más interesante tocar y así conseguir que los enlaces suenen lo más fluidos posibles. Con el heavy/rock aprendí a tener disciplina y a sentarme a estudiar con metrónomo todos aquellos riffs y solos que luego debía ejecutar en directo. Conceptos como escala con tres notas por cuerda o sweep picking los aprendí en aquel momento. Con el jazz aprendí a interesarme por toda la teoría musical y la improvisación, aprendiendo una serie de acordes y escalas que para mí eran impensables ya que nunca los había utilizado. Ni cuando estudiaba guitarra clásica ni heavy/rock me había hecho falta saber cómo tocar un acorde cuatríada ni conocer los modos de la escala mayor o menor. No miraba a la guitarra de esa forma.
La curiosidad por ampliar horizontes
Actualmente, he seguido grabando y colaborando en discos o en cine donde he tenido que tocar la guitarra clásica, la acústica, la acústica de doce cuerdas, el lapsteel o el dobro. Como mi objetivo es conocer mi instrumento y estar lo más preparado posible, sigo interesándome por muchos estilos y guitarras diferentes ya que de esa manera consigo poner en práctica una serie de herramientas y recursos que de otra forma no utilizaría. Al final, la música, al igual que el cine, es un lenguaje y los recursos o las herramientas compositivas que se utilizan principalmente en un estilo pueden trasladarse a otro, creando así fusiones muy interesantes.
Por este motivo, trata de no perder nunca la curiosidad por aprender y de nutrirte de todos los estilos que puedas hasta que extraigas de todos ellos la esencia que haga que te comuniques tal y como te gustaría. En una vida no podemos dominar todos los estilos pero sí picar de muchos de ellos y así empezar a mirar a nuestro instrumento con nuevos ojos. Para terminar, te dejo una canción que grabé con guitarra de doce cuerdas para mi grupo de folk, Innerlands. ¡Larga vida a la música!