Introducción
En muchas ocasiones nos preguntamos cómo hubieran sido las cosas si en lugar de empezar a tocar la guitarra con quince, veinte o treinta años, hubiéramos empezado con ocho o incluso como ocurre en música temprana, a la edad de tres años. Se nos vienen pensamientos a la cabeza del estilo: sabría lo que ahora sé desde mucho tiempo antes, habría tenido tiempo para grabar algún que otro disco, habría empezado a dar conciertos antes, es posible que tocara igual de bien que tal o cual guitarrista, etc. Lo cierto es que cuando empezamos a estudiar música por voluntad propia, no hay mejor momento que ése, y al margen de las expectativas que tengamos con nuestra evolución musical, emprenderemos un viaje en el que no sólo vamos a conocer nuestro instrumento sino también aprenderemos a utilizarlo de espejo para conocernos a nosotros mismos.
La música ofrece, como ya se ha leído en muchas ocasiones, infinidad de aspectos positivos que a su vez, repercuten en otros planos de la vida. Estudiar música, tengamos la edad que tengamos, nos ayuda a conectar de forma directa con nuestra dimensión emocional. Nos enseña a comunicarnos en un plano muy sutil que cuando ocurre como deseamos, está lejos de poderse explicar con palabras. De ahí que al principio podamos sentir incomodidad al tocar con público ya que no sólo mostramos un aspecto artístico, sino que también estamos entregando una parte de nuestra intimidad a personas que muchas veces no conocemos.
Afrontando la frustración
Uno de los aspectos que considero importantes y que la música trabaja de forma constante es la frustración. Como estudiantes de música, aprendemos a hacernos a la idea de que las cosas no suelen salir bien a la primera y que por lo tanto, tenemos que esforzarnos y tener la confianza suficiente para saber que si seguimos de forma continuada unas pautas de estudio, los resultados no tardarán en llegar. En un mundo gobernado por la inmediatez, la música nos recuerda que al arte no se llega mediante atajos. Todo lo que consigamos, será producto de nuestro esfuerzo, confianza y motivación por lograr los objetivos previamente marcados.
Este aspecto no es esporádico. Es nuestro día a día: lección a lección y canción tras canción. Con el tiempo y un poco de retrospectiva, aprendemos a sentir orgullo por todos nuestros logros y nuestros éxitos, sean los que sean. Mirar atrás y poder decirnos: “mereció la pena”.
La repetición como generadora de nuevas zonas de confort
Por otro lado, estamos constantemente bombardeados por juegos y dinámicas que pretenden mantenernos siempre activos, que todo sea nuevo y así combatir el posible aburrimiento. Sin embargo, en la música hay un aspecto que, lejos de ser novedoso, tiene unos objetivos mucho más profundos que el mero cambio de actividad. La repetición, nuestra gran amiga, nos ayuda a crear zonas de confort que nos empujan psicológicamente hacia el siguiente reto. Cuando sentimos comodidad y relajación al tocar, ganamos la confianza necesaria para dar el siguiente paso, mejorando nuestra autoestima. Sabemos que es el momento de avanzar.
Además, la repetición desarrolla nuestra memoria muscular, que nos permite, con el tiempo, tocar sin pensar y conseguir así unos movimientos mucho más eficientes. Cuando pensamos en la repetición, no debemos entender a ésta como una copia exacta de lo que acaba de ocurrir. Lo importante es repetir conscientemente de manera que cada vez pongamos el foco de atención en el aspecto concreto que queramos corregir, consiguiendo así pulir cada uno de los detalles de nuestra interpretación. La repetición es necesaria en música pero si repetimos en exceso sin obtener los resultados esperados, quizá haya algo en lo que no nos estemos fijando. No olvidemos que mediante la observación atenta de nuestros movimientos a bajas velocidades solemos obtener las respuestas a la mayoría de nuestras preguntas.
Autoconocimento por medio de la improvisación
Por último, además de trabajar la confianza o la frustración, la música nos permite poder hacer la cosas a nuestra manera mediante la improvisación, desarrollando así la iniciativa, el autoconocimiento, la autonomía y la madurez personal. Cuando establecemos un marco inicial, la improvisación se puede entender como una toma de decisiones a tiempo real, dentro de unos límites bien definidos. Esto significa que desde el primer momento, la improvisación nos enseña a hacernos cargo, a decidir nuestros propios caminos, permitiéndonos elegir cómo queremos que la música ocurra, tanto en el plano melódico, como en el plano armónico o rítmico.
La improvisación basada en la toma de decisiones es uno de los aspectos que más sorprende en un primer momento. Acostumbrados como estamos a recibir instrucciones de todo lo que tenemos que hacer en nuestro día a día, que nos permitan decidir no es algo a lo que estemos habituados. Por este motivo, al principio es muy común quedarnos literalmente en blanco porque asumimos que existe una “improvisación buena” y que nuestro profesor o profesora no nos la quiere transmitir para ver si llegamos a la respuesta correcta por nuestro propio pie. Pero esta es otra de las muchas cosas que tenemos que aprender de la música: el camino bueno no es aquel que nos imponen sino el que, escuchando atentamente en nuestro interior, consigue lo que realmente queríamos decir.
6 comentarios en “¿Qué nos puede aportar la música?”
Buen artículo. Da el pie a diferentes aspectos de la música en los que después podemos profundizar con otras lecturas. Me gustó sobre todo lo referido a la improvisación, a esa sensación de que hay que seguir un camino bueno, pero en realidad lo maravilloso de la música, es que tenemos la oportunidad de mostrar lo que hay en nuestro interior sin palabras, cosa que da miedo pero es liberadora cuando sucede.
Estupendo artículo Alfonso. Me inspira y alegra que estés conectando la musica y la guitarra con el desarrollo personal.
Abrazos maestro.
¡Me alegro que te guste, Javier! La música nos ofrece mucho más de lo que parece a simple vista. Espero que te vaya todo genial y que podamos vernos pronto.
¡Abrazos, maestro!
¡Gracias, Nico! Ya lo decía Stephen Nachmanovitch: “El proceso creativo es un camino espiritual. Esta aventura es sobre nosotros, sobre lo profundo del yo, sobre el compositor que todos tenemos adentro, sobre la originalidad, en el sentido no de lo que es totalmente nuevo, sino de lo que es total y originalmente nosotros mismos.”
Un abrazo y gracias por tu comentario,
Alfonso
Me parece una reflexión estupenda. Acabo de entrar en google y he puesto “sin esfuerzo”. Me han aparecido “Aproximadamente 137.000.000 resultados (0,51 segundos)”. ¿Alguien se cree de verdad que las cosas se consiguen sin esfuerzo?
Afortunadamente, estudiar música nos ayuda a darnos cuenta que el esfuerzo es necesario, porque el resultado vale la pena … y como bien dice Alfonso, no importa la edad ni el momento.
Me he sentido muy identificado con el artículo, porque das en el clavo en muchas de las motivaciones que se esconden tras la decisión de estudiar/aprender musica a ciertas edades… Nos vemos…