Introducción
Dedicarse a la música es algo muy bonito pero a la vez muy complejo. Exige mucha dedicación, sacrificio, esfuerzo, constancia, tenacidad y paciencia. Pero no sólo es dedicarle tiempo a estudiar con el metrónomo, este camino necesita un trabajo interno muy profundo y delicado, un aprendizaje personal que a veces no es nada sencillo. Los músicos trabajamos con nuestro lado emocional, con todo lo que eso conlleva para bien y para mal.
Un poco sobre mi experiencia
Recuerdo que hace muchos años, cuando yo comenzaba profesionalmente, presencié una conversación que me marcó y de la que aún me acuerdo. Estaba en una orquesta, y una de las cantantes comentó que a su pareja, que era guitarrista, le solían decir que tenía mucho feeling tocando. En ese momento no tenía muy claro en qué consistía eso, así que asumí que yo no lo tenía y eso era malo para mí. ¡Lo que hace la ignorancia! Si mi yo de hoy pudiera hablar con mi yo de esa época le diría que se dejara de tonterías y se limitara a tocar lo que me saliera de dentro y punto, como si no hubiera un mañana, como si cada vez fuera la última que te subes a un escenario.
Para mí este camino que es la música no es más que intentar expresar algo, algo que tienes dentro, de la forma más sincera posible. Dicho así suena sencillo ¿no? En realidad no tendría que ser mucho más complicado, pero a veces lo es. En ocasiones nuestra propia auto-exigencia, o la presión por agradar al público o por ser mejor que éste o aquel músico hacen que ese canal que conecta nuestras emociones con el exterior y nos permite convertirlas en música se bloquee.
Yo soy muy tímido, siempre lo he sido, de hecho, a mucha gente que me conoce desde pequeño les extraña que me gane la vida en un escenario, lo ven contradictorio incluso. No es de extrañar, pero siempre digo que tocando he encontrado la libertad que no tengo en otros momentos, que en el escenario soy yo mismo, sin cortapisas con todo lo bueno y lo malo. Es por eso que para mí es algo casi sagrado, y cuando sufro estos bloqueos lo paso realmente mal.
¿Cómo llegar a un equilibrio?
Como ya podéis imaginar, algo con un lado tan emocional no se resuelve de una forma matemática ni mucho menos. Estos años de viajes, de escenarios, de tocar con gente muy diferente me han enseñado mucho de lo que no se aprende en un conservatorio. No soy capaz de controlar mis emociones, pero sí intento escucharlas y aceptarlas. Si en algún momento siento que ese canal de transmisión se bloquea no lucho en contra, intento relajarme, levanto la cabeza y recuerdo que estoy donde quiero estar con la gente que quiero estar, haciendo música, y que ese bloqueo no es más que otra emoción, una que quizá aún no he sido capaz de aceptar.
Como conclusión, decir que acabo de hablar de los momentos más complicados, pero ni de lejos son los más habituales. Cuanto más trabajo mi yo interno más disfruto de tocar y de compartir la música con mis compañeros y con el público. Hay días especiales, unos pocos, en los que la conexión fluye de una manera casi automática, sin pensarlo, tan fuertemente que te arroya. Si te pasa eso, recuerda la sensación y fíjala en tu memoria. Si en los momentos de bloqueo eres capaz de revivirla y trasladarte a ese estado…será tu mejor arma.
Sólo me queda desearte que pases muchos de los buenos momentos y que aprendas mucho mas de los no tan buenos. Que disfrutes y saques todo lo que llevas dentro para que los demás puedan disfrutarlo.
¡Nos vemos en los escenarios!
2 comentarios en “Sobre el lado emocional de la música”
Muy bien expresado siempre hay que buscar lo que llevas dentro i conseguir que salga??
Muchas gracias Manel!